Este tema llega con una impresión salvadora en una era dominada por sonidos sobreproducidos que al final no aportan nada, donde abundan letras vacías, repetitivas y súper olvidables, simplemente no contienen el alma que existía antes en la música. Es por eso que esta canción se convirtió en una de mis favoritas de manera casi instantánea, porque demuestra como un sonido clásico como lo es el hard rock, no necesita adornos excesivos ni pretensiones, solamente una actitud sincera y auténtica.
A veces este tipo de sonidos contienen letras que no tienen un mucho que ver con la musicalización, pero en este caso podemos sentirnos a salvo, ya que este es un himno de libertad caótica y un tanto destructiva, muy acorde a este género musical, que más bien es un estilo de vida. Se expresa cierta dualidad entre vivir el presente y gozar de la adrenalina que la intensidad nos produce, pero también se mantiene muy presente la idea de que tarde o temprano esto nos pasará factura.
Wayford West nos regala un himno de rock que llega a salvar el día de la escena musical actual que a veces se siente vacía.
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